El Significado Personal del Trabajo
Extracto del libro del Fundador de INICIA, Joaquín Sorondo: “Ser Persona, Empresa, Sociedad”. Reflexiones para emprendedores, empresarios y futuros líderes organizacionales.
¿Qué es trabajar? ¿Para qué trabajamos? ¿Cuál es el sentido del trabajo para nosotros?
En general, la primera reacción a este tipo de preguntas es pensar que el trabajo es el medio que tenemos para ganarnos la vida. Es indudable: trabajamos porque necesitamos dinero y el dinero es el instrumento necesario para comprar lo que necesitamos.
Pero ¿es lo mismo trabajar de cualquier cosa? ¿Qué ocurre con nuestros gustos personales? ¿Nuestras habilidades innatas? Por otro lado, si el dinero fuese la única causa por la cual trabajáramos, ¿por qué tanta gente lo sigue haciendo aun cuando ya tiene cubiertas sus necesidades económicas? ¿Hay algo más?
El hombre trabaja desde siempre. Su actividad inicial fue asegurar su supervivencia y la de los suyos a través de la caza, la creación de herramientas y armas, la construcción de albergues y, más tarde, la siembra y la recolección de alimentos. A medida que la vida social se fue haciendo más compleja, debió invertir parte de su tiempo, además, en actividades artísticas, culturales, organizativas y de gobierno. Todo esto era trabajo. Vivir era trabajar.
El trabajo es la actividad básica del ser humano. Una actividad compleja y diversa, que va mucho más allá de ganarse el sustento (aunque para ganarse el sustento tengamos que trabajar). Como dice Tarthang Turku, el trabajo “es la respuesta humana natural a la vida, nuestro modo de participar en el universo. El trabajo nos permite utilizar plenamente nuestro potencial, abrirnos a la infinita gama de experiencias que hasta la más mundana de las actividades encierra (…). En el trabajo se expresa la habilidad de nuestro ser total, es el medio que tenemos para crear armonía y equilibrio en nosotros mismos y en el mundo. Trabajando aportamos nuestra energía a la vida; invertimos nuestro cuerpo, nuestra respiración y nuestra mente en una actividad creativa”. Esta es la esencia, el sentido verdadero del trabajo para nosotros, los seres humanos. Y aunque podamos tener ideas diferentes de su valor en nuestras vidas, el trabajo es una parte inherente de nuestra existencia. Podríamos afirmar que trabajamos porque existimos.
Pero también somos conscientes de los problemas de nuestro tiempo, como del hecho de que para mucha gente “trabajar sólo lo suficiente para pasarla bien se ha transformado en la norma. Ya que, generalmente, el trabajo se considera un medio para otro fin, la mayoría de las personas no espera que su trabajo le resulte agradable y, mucho menos, siente la inclinación de hacerlo bien. Cualquiera sea nuestra ocupación, hemos llegado a concebir el trabajo como una tarea que no podemos evitar y que nos consume la vida”. Esto que ocurre pareciera tener una relación directa con la pérdida de sentido del trabajo. Muchas de las actividades que hoy se desarrollan en las organizaciones no permiten que las personas puedan expresar su humanidad a través de la posibilidad de un trabajo creativo y responsable. En muchos casos, nos encontramos con la única posibilidad de realizar un trabajo mecánico, en las que las personas somos fungibles, intercambiables, meros recursos de la producción.
Esta situación viene produciendo, desde hace años, serios inconvenientes para las organizaciones y mucha insatisfacción para los que trabajan en ellas. Sin embargo, no son pocas las personas que, a medida que las condiciones económicas permiten algo más que sobrevivir, buscan otras alternativas. Esto ocurre en nuestro país y en muchos otros lugares donde el trabajo ya no contempla al individuo como totalidad. Como dice Claude Whitmyer, fundador y director del Centro para el Buen Trabajo –organización norteamericana que ofrece orientación a individuos que buscan trabajos satisfactorios y a empresarios y asociaciones–, “actualmente, muchas personas buscan ansiosamente vidas más ricas y plenas y, al mismo tiempo, más simples y llenas de significado. Ansiamos realizar trabajos que contribuyan tanto a nuestro propio bienestar como al bienestar de los que amamos y de la comunidad en general. Anhelamos encontrar una orientación clara en la búsqueda de un trabajo que satisfaga nuestro corazón y, también, cubra nuestras necesidades monetarias”. Estas experiencias del Centro se ven confirmadas por investigaciones de la opinión pública que reflejan que “la mayoría de las personas quieren tener trabajos que contribuyan al bienestar de la sociedad y la comunidad. El trabajo no es menos necesario para nuestra salud emocional y física que el alimento y el albergue”.
¿Cuál es nuestra situación particular? ¿Qué grado de satisfacción nos brinda nuestro trabajo actual? ¿Es posible mejorarlo? Y si no podemos hacerlo, ¿qué haremos? ¿Nos resignaremos o buscaremos otras oportunidades? ¿Tenemos las agallas para ello?
Pareciera que trabajar sólo por el dinero, cuando es posible otras alternativas (aunque fuesen éstas difíciles e impliquen algún grado de riesgo) es una respuesta pobre desde el punto de vista existencial. Ganar dinero a costa de nuestros más profundos deseos, ¿para qué? Sacrificar nuestro presente en pos de un futuro incierto en el que podremos disfrutar lo acumulado, ¿es realista? Postergar “vivir” para comprar la seguridad del mañana, ¿no es una ilusión? Lograr un mayor confort a costa de resignarse a una vida sin alegría, ¿no es una locura?
Tenemos que reflexionar. Es nuestra vida, nuestra calidad de vida la que está en juego. Salgamos de la huella, detengámonos y pensemos, por último, en lo que dice Schumacher al referirse a qué deberíamos alentar en los jóvenes de hoy: “a rechazar los trabajos carentes de significado, aburridos, estupidizantes o enervantes en los que el individuo es siervo de una máquina o de un sistema. Se les debería enseñar que el trabajo es la alegría de la vida, que es necesario para el propio desarrollo y que un trabajo carente de sentido es una abominación”.