Los emprendedores debemos asumir más protagonismo
Por Joaquín Sorondo
FACUNDO MANES
MINI BIO.
Creció en Salto, provincia de Buenos Aires. Casado y padre de dos hijos. Estudió Medicina en la Universidad de Buenos Aires y luego se capacitó en Estados Unidos e Inglaterra. Regresó al país con el firme compromiso de desarrollar recursos locales y mejorar los estándares clínicos y de investigación en neurociencias cognitivas y neuropsiquiatría.
Espíritu emprendedor
Ya sea para crear una marca de ropa, una tienda de zapatos o un Instituto de Neurología Cognitiva como INECO se necesita cierto espíritu emprendedor. Y eso fue uno de los tantos aprendizajes que Facundo Manes hizo en estos últimos años y comparte en esta entrevista.
Facundo Manes es hoy una persona conocida y reconocida. Fundador y alma máter de INECO, un centro argentino líder en la producción de conocimiento sobre neurociencias cognitivas para Latinoamérica y el mundo, que tiene como fin investigar y educar a la población y a los colegas de la región. Con este último objetivo acaba de publicar su libro “Usar el cerebro”. Además es creador del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
–Después de estudiar en las mejores universidades del mundo, volviste al país en el 2001 a los 30 años, te reincorporaste a FLENI donde tuviste una excelente carrera, equipo de trabajo y reconocimiento. ¿Qué te impulsó a dejar todo eso para pegar un salto a lo desconocido?
–Al mirar para atrás, descubro hoy que fue mi espíritu emprendedor. Hasta hace poco ni conocía el significado de esta palabra, solo sabía –y me obsesionaba– una idea: crear un grupo científico de las características del mítico Instituto Di Tella, aquella movida vanguardista de los años 60 que marcó una época en nuestro país. Yo quería estudiar la mente humana, científica y multidisciplinariamente, como lo había visto en Europa y Estados Unidos; esa idea me daba vueltas y vueltas en la cabeza. El día que renuncié a FLENI mucha gente pensó que estaba loco y quizás en algún punto tenían razón. Para iniciar algo como INECO se necesitaba algún grado de locura.
–Los comienzos deben haber sido difíciles…
–No tenía los recursos económicos y mi hermano Gastón me dio un enorme empujón. “¿Qué necesitas?”, me preguntó. Y yo, recordando lo que me había dicho un profesor en Inglaterra, le contesté: “Necesito alquilar cuatro paredes para llenarlas de gente brillante”. Al poco tiempo estaba instalado en un lindo lugar con una parte importante de mi equipo de trabajo del FLENI que renunció para ayudarnos a desarrollar INECO. Acá debo reconocer y agradecer el apoyo y la confianza de muchísimos colegas que desde un principio estuvieron dispuestos a formar parte de este desafío. Fueron de gran ayuda mi hermano, el Dr. Gastón Manes, y el Dr. Marcelo Savransky, ambos abogados y socios cofundadores de INECO. Pero no teníamos ningún apoyo estatal, universitario ni empresario; nos financiábamos con el trabajo clínico. Con la mitad de lo recaudado en las consultas se pagaban los honorarios de los profesionales y con la otra mitad se cubrían los gastos de funcionamiento y la investigación. Todo era muy austero, pero estábamos llevando adelante un desafío que en los países desarrollados lo realizan fundamentalmente el Estado o las universidades.
–Y después vino la Fundación Favaloro.
–Después empezaron a ocurrir muchas cosas increíbles. Nos llamaron del grupo Favaloro para crear el Instituto de Neurociencias de la Fundación y así cumplir con uno de los sueños de René: reunir el trabajo médico y de investigación del corazón y la mente en una misma institución. Luego vino INECO Rosario con el reconocido grupo Oroño, INECO Chile con la prestigiosa Universidad Diego Portales y estamos avanzados con INECO Colombia… Hoy INECO es una red de instituciones médicas y científicas producto de una idea original: abordar los trastornos psicológicos, psiquiátricos y neurólogicos dentro del marco de las neurociencias modernas en forma multidisciplinaria y combinando trabajo clínico e investigación original de impacto internacional. Por eso insisto en que la palabra éxito dentro de un emprendedor no debe estar necesariamente asociada a éxito económico. INECO no cotiza en la bolsa ni lo hará pero a partir de una idea se revolucionó un área científica en nuestra región, se generó trabajo para muchas personas, ayuda a muchísimos pacientes y familias, formación de profesionales con la educación continua, oportunidades a estudiantes que querían volver al país o quedarse en Argentina, y educación a la sociedad en general, ya que desde INECO y la Fundación INECO trabajamos arduamente para que los avances en la ciencia del cerebro lleguen a todos y no queden en los laboratorios.
–Cada emprendedor sigue un camino particular y, sin embargo, tiene ciertas características que lo identifican con otros emprendedores. ¿Cuáles son estas características que pusiste en juego para que INECO sea hoy lo que es?
–Lo primero y fundamental fue tener una idea potente y original. Una idea por la cual valiera la pena renunciar a ciertas seguridades para iniciar este viaje. Nuestro orgullo es ser hoy referentes internacionales en la producción de conocimiento original en neurociencias cognitivas y neuropsiquiatría, es poder exportar conocimientos a Latinoamérica y al mundo desde Argentina, es permitir el desarrollo de jóvenes en estas áreas de la ciencia. A mí me interesa colaborar para que hagamos, cada uno desde su lugar, un país más desarrollado, más inclusivo, y estoy seguro de que con pasión, trabajando duro, siendo creativos, emprendedores y solidarios se puede lograr.
–Idea y pasión parecen dos caras de una misma moneda. ¿Qué otros elementos jugaron y, seguramente, siguen jugando hoy día?
–Tuvimos que asumir un gran riesgo al crear todo de cero, ya que no existía una institución como INECO. Tuvimos que estar dispuestos a abandonar el pasado. Y la verdad es que no importa demasiado si hubiese salido mal; el verdadero fracaso es no intentar hacer lo que uno cree. Cuando uno tiene una idea que cree buena, no importa el éxito inmediato, lo que verdaderamente importa es si uno está convencido y es feliz con lo que hace. Hay que animarse, anticiparse al futuro, ser un poco loco y perder el miedo que paraliza. Y aceptar el error como camino a la creación, ya que el que no se equivoca no crea.
–Se habla permanentemente de una crisis de liderazgo en nuestro país, ¿cuál es la responsabilidad de los emprendedores y empresarios en nuestra sociedad?
–La crisis no puede limitarse exclusivamente a los políticos, es una crisis generalizada que nos incluye a todos. A los argentinos nos debe unir el futuro, y los líderes deben tener en cuenta eso. Debemos discutir cómo arribar a un futuro que promueva la educación, el conocimiento, el desarrollo, la inclusión. Los emprendedores debemos asumir el protagonismo en este camino que consiste en focalizarnos responsablemente en nuestras tareas pero teniendo en cuenta las implicancias de ellas en la sociedad en general. Necesitamos emprendedores en la política, en las empresas, en las ciencias, en la educación, comprometidos con su comunidad. La riqueza de un país está en el capital intelectual de su gente, en la educación, la creatividad, en el conocimiento, y este debe ser el futuro de la Argentina.