Los emprendedores ¿competimos con los demás o con nosotros mismos?
Los emprendedores ¿competimos con los demás o con nosotros mismos?
Escrito por Vicky Vargas – adaptación Mariana Quiroga
Los emprendedores estamos siempre buscando desafíos, nos gusta lo difícil, nos gusta superarnos, ganarnos a nosotros mismos; no competimos con los demás sino con nosotros…servicio, entusiasmo existencial y gratitud son los valores que todo ser emprendedor debe aprender a cultivar en todo momento. Siembre debemos tener en cuenta que todos los días son distintos y cada uno trae sus propios desafíos. Tenemos que saber de antemano que todo va a salir como tenga que salir y que todo resultado será positivo, incluso lo inesperado y fortuito, porque también eso tiene que ser superado.
Nada es para siempre y el emprendedor lo sabe. Hay que poner el ojo en que según nuestra siembra será la cosecha y si es fructífera tendrá que volver a empezar desde otro lugar, con una nueva perspectiva. El trabajo se multiplica y la responsabilidad también. Mientras ayer delegábamos para seguir creciendo, ahora necesitamos más herramientas que sostengan lo que supimos construir con tanto esfuerzo y entusiasmo. ¡Es hora de invertir en nuestra empresa! ¡Es hora de volver a empezar! ¡Y cómo nos gusta! Porque en el fondo es eso lo que nos motiva: la creación, la inventiva, la originalidad, el soñar algo distinto y trabajar para lograrlo.
A todos los maestros de la improvisación, les recomiendo que aprendan a delegar y que sepan diferenciar entre gasto e inversión. Nadie es más sabio que nuestro ser interior para darnos la respuesta a todas nuestras preguntas. Tenemos que abrirnos a nuevas prácticas de crecimiento personal que vuelvan a sintonizarnos con la positividad del momento, despejar nuestros miedos e inseguridades ante los nuevos desafíos. Hay que transformar los viejos paradigmas que supimos superar ante las crisis que nos llevaron a crear una ocupación distinta. Los mandatos internos del “no soy capaz” o “no se puede” van a surgir cuando estemos enfrentando una nueva crisis en nuestro quehacer diario, y está bien que así ocurra, nos están indicando que hay algo que tenemos que hacer para superarla.
A las circunstancias las creamos cada uno de nosotros. Es así y cuando ocurren situaciones desagradables tenemos que saber aceptarlas, primero para poder superarlas, y segundo entender que fueron creadas inconscientemente por nosotros para aprender de ellas. Todas las circunstancias de nuestra vida son positivas y de ellas siempre se aprende. Una vez que lo entendamos podremos comenzar a crear la realidad que buscamos.
Aceptación, otra excelente actitud ante la vida. Aceptar lo que se presenta y, si nos gusta, disfrutarlo, y si no, modificarlo con la energía del amor a uno mismo y a todo lo que nos rodea. El motor de nuestra vida es la intención y cuando es sostenida en el tiempo ocurre la manifestación del deseo. La energía es el amor, no hay otra fuente para la creación. Es el amor lo que nos moviliza a relacionarnos, a crear lazos, a ejercer los distintos roles que nos completan como seres humanos. El amor mueve siempre hacia el bien; en el otro extremo, no es el odio sino el miedo lo que nos paraliza y nos impide se. A más amor, menos miedo.
Aprendemos en primer lugar a amar a quienes nos dan amor y cuando los perdemos de vista surge el miedo por la falta de nuestro objeto amoroso. Luego crecemos e internalizamos estos modelos, y de acuerdo al amor que vemos y sentimos seremos en nuestra vida seguros, arriesgados y emprendedores, o inseguros y miedosos. En el primer caso construiremos oportunidades donde no las haya, en el segundo, buscaremos un empleo seguro que no nos haga perder de vista a nuestro objeto de amor (un sueldo estable, por ejemplo) para no sentir miedo. Este miedo no es más que miedo a nosotros mismos, a nuestras inseguridades, a nuestra falta de fe.
Humildad, otra virtud del buen emprendedor. En el otro extremo está la soberbia, que es un mecanismo defensivo del ser que no está en contacto con la realidad, que ha perdido la posibilidad de conectarse por temor a caer del pedestal que se construyó por miedo a perder el reconocimiento de los demás. El emprendedor humilde sabe agradecer, y es tanta la seguridad que tiene de estar haciendo el bien a manos llenas, que al estar siempre dando no espera que le agradezcan porque tiene incorporada la generosidad en su aporte incondicional.
Uno de los mayores desafíos que enfrentan los emprendedores cuando creen consolidadas sus empresas, es el mantenimiento de sus logros y resultados a través del tiempo. Cabe aclarar que nada está consolidado nunca porque la única certeza que tenemos es el cambio y más en el país en que elegimos desarrollar nuestro emprendimiento. Nuestra querida Argentina nos ha moldeado a su antojo, los que supimos emprender a pesar de las eternas crisis de nuestro país, valoremos y no olvidemos nunca cómo empezamos, porque es así como tendremos que seguir para mantener nuestros equipos de trabajo, nuestra empresa, nuestro capital humano. Es vivir permanentemente aprendiendo del momento presente.
Si la inteligencia es la capacidad de adaptarse a nuevas situaciones, el emprendedor es un ser muy inteligente. Hay muchos tipos de inteligencia y si se trata de mantener nuestro emprendimiento siempre vigente a pesar de los cambios, tenemos que aprender a ser inteligentes emocionales. La inteligencia emocional se pone de manifiesto cuando en toda situación de nuestra vida nos conectamos con la emocionalidad del otro, con lo que siente y necesita de nosotros. Cuando tenemos lo que el otro necesita y se lo brindamos de corazón, lo que damos vuelve multiplicado, tanto lo bueno como lo malo. Y cuando no estamos conformes con lo que recibimos, no tenemos que buscar culpables, tenemos que preguntarnos qué estamos haciendo mal, volver hacia atrás para encontrar el defecto y modificarlo. Siempre se está a tiempo de rever lo que hicimos y cambiar de actitud de ser necesario.
Cuando hacemos las cosas desde nuestra emocionalidad positiva todo fluye como queremos, a su tiempo y en armonía. Una sugerencia a poner en práctica todos los días es vivir el momento, disfrutarlo y agradecer a la vida el poder hacer lo que hacemos, lo que somos y lo que ofrecemos desde nuestro lugar a la sociedad en que vivimos. Nada se construye desde la individualidad, somos seres sociales, nos gusta compartir y ver reflejado nuestro aporte en el mundo.
Si nos sentimos desconformes con lo que estamos haciendo tenemos que cambiar de estrategia. Estas señales que recibimos de nuestro interior nos ayudan a tomar distancia y a ver desde otra perspectiva. Una técnica muy efectiva es la de la visión de helicóptero, se trata de visualizarnos desde arriba y observarnos con lujo de detalles a nosotros mismos. Generalmente creemos que estamos haciendo todo bien, pero cuando nos vemos desde otro lugar se nos aclaran muchas situaciones que desde la horizontalidad no veíamos. Hay que tomar conciencia de que muchas veces necesitamos asesoramiento externo, hay que animarse a pedir ayuda.
Cuando necesitamos hacer algo y queremos que nos salga bien, tenemos que saber cuáles son nuestras fortalezas como personas, conocer nuestras capacidades. Todos somos capaces en algo. Sí, todos. Muchas veces no queremos salir de nuestra zona de confort, pero no es el caso de un emprendedor. Los emprendedores estamos siempre buscando desafíos, nos gusta lo difícil, nos gusta superarnos, ganarnos a nosotros mismos; no competimos con los demás sino con nosotros. Cuando aprendemos que todo es más fácil cuando todos ganamos, cuando todos salimos beneficiados, cuando lo que hacemos contribuye al bien común, ahí, sólo ahí es cuando fluye la prosperidad en nuestras vidas. Ahí es cuando nos sentimos realizados como personas y emprendedores.