La felicidad, una cuestión de velocidad
Por Pachu Paniego
DIEGO GARCÍA TEDESCO
MINI BIO
Director de Rent A Chef, Salón del Bajo y Restaurante Austria, en San Isidro
RECETA. En esta ocasión el chef Diego García Tedesco nos cuenta cuáles son los ingredientes que lo llevan a sentirse feliz en su vida laboral y cotidiana.
Quien sabe cocinar tiene en claro que cuando se prepara una receta no solo importan los ingredientes sino también los tiempos de elaboración. Será por eso que cuando Diego García Tedesco reflexiona sobre las cosas que lo hacen feliz, habla del ritmo vertiginoso en el que se vive en estos tiempos y de su decisión de quitar el pie del acelerador. A Diego le gusta vivir a una velocidad más lenta que la habitual. Está convencido de que una de las claves del disfrute de la vida está en el ir más despacio para poder así conectarse con la realidad y con los afectos, y evitar que todo se vuelva impalpable.
Sin embargo, Diego reconoce que ser capaz de desacelerar no es nada fácil en el rubro gastronómico que, por definición, es muy exigente: los productos deben estar listos a un horario y con una temperatura determinada. “Yo no puedo decirle a un cliente que la mesa dulce se la entrego el lunes y la torta de bodas el miércoles”, bromea, a modo de ejemplo. ¿Cómo hacer entonces para no perder la felicidad en medio de la velocidad?
Ingredientes cotidianos para sonreír
Dentro de la receta que Diego García Tedesco elaboró para alcanzar su felicidad, hay ingredientes que supo encontrar en lo cotidiano. Uno de ellos es levantarse todos los días, caminar seis o siete kilómetros, y ver el amanecer sobre el río. Se trata de una práctica que le renueva cada mañana la sensación de que ese será un gran día y entonces se entrega a lo que tenga que suceder.
Diego disfruta de estos amaneceres en el Bajo de San Isidro, lugar donde vive. Se considera un afortunado por poder vivir y trabajar en un ambiente rodeado de verde, lejos de la ciudad: “Ni aunque me aseguraran que poniendo una cadena de pancherías en el microcentro ganaría millones, me alejaría de acá”.
Otro de los ingredientes que lo hace feliz es su equipo de trabajo, que está formado por 70 personas y en temporada alta supera las 140: “Me niego a pensar que cada empleado es un problema”, define sobre su lógica de formar equipos.
Por otro lado, García Tedesco cree que el mejor condimento para aderezar la vida es la coherencia entre el pensar, decir y hacer, clave para tomar las decisiones acertadas.
El trabajo no es todo
Una de las actividades que lo llena de satisfacciones, más allá del mundo laboral, es viajar por el mundo en bicicleta. Así, recorrió el camino de Santiago y pedaleó desde París hasta Copenhague; su próximo destino será Roma- Estambul. Le gusta esta manera de viajar porque le permite estar en contacto con la naturaleza de una manera particular y recolectar relatos que próximamente publicará en un libro.
La vocación como herramienta de cambio
La pasión de Diego por su vocación emprendedora, sumada al amor por el lugar donde vive, lo llevaron a que pusiera su profesión al servicio de proyectos sociales para fomentar el desarrollo local de su barrio. Uno de ellos es “Bocas Abiertas”: un festival gastronómico que tiene lugar una vez por año en el Bajo de San Isidro, donde los restaurantes de la zona dejan de ser competencia para convertirse en colegas con el objetivo de recaudar dinero para las distintas instituciones del barrio.
Otro proyecto que desarrolló fue “Cocina para Integrar”, a través del cual más de 50 chicas de la villa cercana a San Isidro fueron capacitadas en el área gastronómica, y muchas lograron insertarse en el mercado laboral del Bajo. Este tipo de iniciativas suman a su felicidad porque al final del día lo hacen sentir reconfortado, y Diego no elige definirlas como caridad ni solidaridad, sino como una responsabilidad social que todos tenemos.