
El Nobel de la Paz se ganó en Copenhague
Por Christian Tiscornia
“A veces la guerra es necesaria” decía Obama mientras recibía su premio Nobel de la Paz. Más de 30 veces repitiendo en su discurso la palabra “guerra” para justificar lo injustificable. Nuevamente esa sensación de profundo desconcierto que solo se siente cuando las personas que apoyamos comienzan a tomar el camino equivocado. ¿Cómo aceptar ese premio y no reconocer lo injusto de las guerras heredadas? ¿Cómo aceptar tamaño reconocimiento y no decirle al mundo las medidas concretas a implementar para realmente merecerlo? Luego de la visita de Obama a Oslo, había algo que quedaba bien claro, el premio Nobel de la Paz no había pasado esta vez por Noruega.
En este contexto de desilusión, llegaba Copenhague. Seguramente el evento más importante del mundo para decidir nuestro futuro y el de próximas generaciones […].
En Copenhagen me encontré con el “People’s Climate Summit” (Encuentro Climático de la Gente). Un encuentro paralelo a la COP 15 de las Naciones Unidas, con la participación de organizaciones sociales de todo el mundo, activistas, pensadores, científicos, artistas y público en general […]
Allí se debatían las estrategias para llevar adelante una manifestación masiva y pacífica que logre transformar por un día la COP 15 en una asamblea popular, dando voz a los oprimidos y discutiendo las verdaderas soluciones a los problemas climáticos […]. Fue maravilloso ver cómo a lo largo de la noche se arribó a la conclusión de que la paz es la respuesta. Que la desobediencia cívica debía ser masiva pero pacífica, y que el único camino hacia un cambio genuino es la participación activa y en paz de toda la sociedad.
Entendí una vez mas que la única solución para esta crisis global (de valores, social y ambiental) es la participación ciudadana. Es asumir nuestro poder de cambio y nuestra responsabilidad individual. Varios se preguntan ¿Cómo hacer para influir positivamente cuando el problema pareciera tan inmenso? ¿Cómo luchar contra este sistema que no funciona? Y la respuesta es simple, participando. Ser cada uno de nosotros el cambio que queremos ver, tanto en nuestras familias, como en el ámbito laboral. Involucrándose en la educación de nuestros hijos, y de la comunidad. Apoyando a las organizaciones que trabajan incansablemente en temas sociales y ambientales. Fomentando la conciencia ambiental en nuestros hogares. Informándose. Evitando el consumismo y premiando a empresas responsables con nuestras compras diarias. Marchando en las calles cuando sea necesario.
Si no participamos, se termina nuestro derecho de queja, y nos convertimos en responsables pasivos del problema.
La solución esta en nuestras manos. No podemos seguir buscando “líderes” que hagan el trabajo sucio que nosotros no hacemos. Los presidentes solos no pueden. Las ONGs son gotas de agua en el océano sin nuestro apoyo. Las Naciones Unidas podrán declarar fabulosos principios universales, pero sin gente que los proteja y reclame, no sirve. Los gobiernos pueden dictar leyes, pero de nada sirven si no hay una sociedad civil fuerte, organizada y dispuesta a participar en la construcción colectiva. El problema es global, la solución comienza en cada uno de nosotros.
No encontré el premio Nobel de la Paz en Oslo, pero lo viví en Copenhague. Me fui de ahí con renovada ilusión, reafirmando el camino, sabiendo que SI se puede. Decían que el Muro de Berlín jamás iba a caer, que el apartheid no terminaría y que el éxito del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos era una utopía; ahora dicen que no podemos hacer una transición de una economía impulsada por petróleo a una economía impulsada por el sol, el viento y el agua. Esta vez el premio no fue para un “líder endiosado”, fue para un grupo de activistas de carne y hueso que nos marcan el camino de la paz, del compromiso, y de un cambio posible.