
El Índice de la Felicidad
Por Ingrid Astiz
Hoy en día, nadie cuestiona la importancia de tener indicadores claros de productividad y calidad para conocer si nuestro negocio está siendo rentable (o no) o si nuestros clientes están satisfechos (o no). Los buenos indicadores nos ayudan a salir del autoengaño, nos conectan con la realidad económica y con la percepción de los clientes.
En los últimos tiempos, está surgiendo, aún tímidamente, una tendencia a incorporar indicadores sobre felicidad. Estos sirven para saber si realmente nos está yendo bien: ¿de qué me sirve la plata si estoy estresado?, ¿de qué sirve que mis clientes me adoren si me trato a mí mismo con crueldad? Además, si no soy feliz haciendo lo que hago, ¿cuánto tiempo puedo seguir haciéndolo sin estropearme la vida?
Nadie duda de que la felicidad sea un tema importante, pero muchos lo eluden porque se desalientan o angustian ante su complejidad. Responder si algo da plata o no da plata (productividad), si algo sirve o no sirve (calidad) es algo bastante simple, pero responder a la pregunta: ¿soy feliz o no soy feliz?, es, para algunos, una tarea desconcertante.
A pesar de estas dificultades, es esperanzador conocer que existe una tendencia mundial que considera a la felicidad como una medida de nuestro “bien estar” en el mundo. A tal punto, que en varios países ya se utiliza el indicador «Felicidad Bruta Interna» (FBI), cuyos cuatro pilares son: la promoción del desarrollo socioeconómico perdurable e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medio ambiente, y el establecimiento de un buen gobierno.
No creo que podamos o debamos estructurar ni universalizar el cómo responder a estas preguntas, cada persona encontrará el camino que las lleve a poder responderlas. Sí creo que es necesario que las preguntas estén presentes en nuestras organizaciones y emprendimientos, que podamos dialogar sobre posibles respuestas, y que revisemos con honestidad y apertura si hacemos progresos en este sentido.
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La Felicidad Bruta Interna (FBI) es un indicador que mide la calidad de vida en términos más holísticos que el Producto Bruto Interno (PBI). El término fue propuesto por el rey de Bután en 1972, en respuesta a las críticas por la pobreza económica de su país. El concepto se aplicaba a las particularidades de la economía de su país, cuya cultura estaba basada principalmente en el budismo. Mientras que los modelos económicos convencionales observan el crecimiento económico como objetivo principal, el concepto del FBI se basa en la premisa de que el verdadero desarrollo de la sociedad humana se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual.
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