
El hastío y la esperanza
Por Joaquín Sorondo
Tedio, disgusto, desolación, cansancio, hartazgo, aburrimiento… es lo que a veces sentimos en esta, nuestra vida. Porque el solo hecho de vivir nos trae cada tanto al hastío como compañero inevitable. Sensación que se instala en lo más íntimo de nosotros mismos para cuestionar el sentido de la vida, lo que hacemos o al país al que pertenecemos. No es fácil vivir; no todos los días brilla el sol.
Pero a su lado, y casi abriéndose camino a los codazos, se instala, como viento arrasador, ese otro estado de ánimo que nos invita a creer que todo es posible. Deseo, inspiración, fuerza, confianza, determinación, alegría, posibilidad… abren la puerta a la esperanza como río de montaña en busca del tan ansiado mar. Nos levantamos, abrimos las ventanas y, aspirando el aire de la mañana, salimos a comernos el día. Es que es apasionante la vida; y muchas veces brilla el sol.
Una de cal, una de arena. Ni la creencia de que todo está perdido, ni la fantasía de la fiesta permanente. Sol y luna, luna y sol. Circulo eterno para una existencia en busca de su destino. Porque, antes que nada, somos seres humanos; y solo luego, hacedores y ciudadanos. Porque el hacer siempre tiene que responder al ser. La sola actividad asegura, finalmente, un hastío cada vez mayor.
Como sociedad, tal vez, donde más esperanza necesitemos es en la política. Como ciudadanos hemos ya vivido muchas oportunidades perdidas en un país que cíclicamente vuelve al inicio de esperanzas que pretendían cambiarlo todo. Esperanzas sesgadas, parciales, pequeñas, que se convierten recurrentemente en desesperanzas. La única construcción posible es aquella basada en el diálogo, la amistad cívica y la negociación. La verdadera esperanza solo puede llegar de la mano del respeto y de políticas de largo plazo.
Brindo por un esperanzado 2015 fundado en personas más honestas, empresarios más responsables y ciudadanos más comprometidos. Solo así, la política se convertirá en aquello que tanto reclamamos.
¡Felices fiestas!