Arquímedes y la palanca
Por Jan Seitún
En física, la palanca es una máquina simple que tiene como función transmitir una fuerza. Está compuesta por una barra rígida que puede girar libremente alrededor un punto de apoyo, y se utiliza para amplificar la fuerza mecánica que se aplica a un objeto, para incrementar su velocidad o la distancia recorrida, en respuesta a la aplicación de una fuerza.
En finanzas, el mismo principio dio origen al leverage como efecto que ocurre cuando se amplifica la fuerza de crecimiento y rentabilidad de un activo al ser financiado a una tasa de endeudamiento inferior a la tasa de rentabilidad esperada.
En política, estamos viendo a diario como los candidatos pretenden amplificar su imagen haciendo palanca sobre algún punto fijo. Los actuales gobernantes se apalancan sobre el eventual caos, los postulantes sobre los errores del equipo gobernante.
Como cualquier medio técnico, la palanca no es en sí ni buena ni mala, sino que lo es el uso que se haga de ella. Pero en cambio resulta útil verificar si el punto de apoyo sobre el que se asienta la palanca es o no conducente.
Arquímedes decía: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Es decir, que con un punto de apoyo conducente y la respectiva palanca, es posible llegar a mover el mundo. Arquímedes dijo esto entendiendo que no existe tal punto de apoyo, pero extremando el ejemplo a efectos que se entienda el poder de la herramienta.
El punto de apoyo del apalancamiento financiero es bastante débil; funciona mientras se mantengan inalterables todas las otras variables; si baja la rentabilidad o si sube la tasa de interés el apalancamiento toma el efecto contrario y amplifica las pérdidas. Un buen ejemplo de lo negativo del apalancamiento financiero lo estamos viviendo con la crisis actual.
¡Qué decir del punto de apoyo que usa la política! Permanentemente haciendo hincapié en las debilidades del adversario en lugar de construir y crear las bases de algo nuevo. Lo único que se consigue con este método es aumentar la intranquilidad de la población, lo cual, tal vez, es el efecto que a algunos políticos les conviene.
¿Qué enseñanza podemos tomar en nuestro doble carácter de ciudadanos y emprendedores?
Si no podemos modificar las actitudes de los gobernantes, al menos debemos actuar en nuestro metro cuadrado, estar seguros de la firmeza de nuestro propio punto de apoyo para apalancarnos y de juzgar debidamente el de la situación general. Como ciudadanos tenemos nuestro metro cuadrado, podemos participar de un modo activo en esta elección, sea como fiscales, sea como autoridades de mesa. Es probable que nuestra actividad no alcance para hacer más limpia una política demasiado sucia, pero en la mesa en que estemos, en nuestro metro cuadrado, podemos hacer que por lo menos en ese mínimo espacio, la política se despliegue con limpieza.
Como emprendedores debemos estar seguros de que nuestro punto de apoyo sea sólido; que resista los embates de los sucesos más previsibles, que no esté asentado sobre hipótesis débiles que más que hipótesis son deseos meramente voluntaristas.
Si el punto de apoyo es sólido, si tiene en cuenta a todas las personas que me rodean, a los empleados, a los proveedores, a la comunidad, a la ecología, entonces Arquímedes tuvo razón: “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.